viernes, 23 de noviembre de 2018

 JOHANN GOTTLIEB FICHTE 



Johann Gottlieb Fichte, primer gran representante de la filosofía romántica alemana. Fichte, nacio en Rammenau, el 19 de mayo de 1762 y murió el 29 de enero de 1814.

 Es de una familia muy pobre, pudo estudiar gracias a la generosidad de un benefactor. En un principio, fue seguidor entusiasta de Kant al que presentó en 1791 un primer escrito titulado Crítica de toda revelación. En 1794 fue  profesor de la Universidad de Jena, Fichte publicó en ese año los Principios fundamentales de toda la doctrino de la ciencia, en que se exponen por primera vez los principios del idealismo romántico. A esta obra se unen otras de moral, derecho y política (El destino del sabio, 1794; Fundamentos del derecho natural, 1796; Doctrina moral, 1798; El estado comercial cerrado, 1800). Obligado a salir de Jena, donde se le acusaba de ateísmo, Fichte fue nombrado profesor en Erlangen, se trasladó a Königsberg en el momento de la invasión napoleónica y de ahí volvió a Berlín donde, con la ciudad aún ocupada por las tropas francesas, pronunció sus Discursos a la nación alemana (1807-1808) en los que instaba al pueblo alemán a cobrar conciencia de su misión histórica. Posteriormente fue profesor en Berlín y rector de esa Universidad.

La tesis fundamental de Fichte, filósofo de la infinitud del yo, de su absoluta espontaneidad y actividad y, por consiguiente, de su absoluta libertad. Éste es el concepto fundamental que se convertiría en el perno filosófico del romanticismo. El espíritu es infinito, lo crea todo, es todo. Fichte afirma que se debe concebir como Sujeto, es decir, como un Yo, y que por consiguiente el Yo es todo. El yo no es ante todo actividad moral, y que no hay actividad moral si no hay obstáculos que vencer. El obstáculo que debe superarse puede ser uno solo: la sensibilidad, es decir, el mundo natural. Por eso el yo produce el mundo natural, o sea un no-yo, que se opone al yo en el sentido de que se le presenta como algo pasivo, inerte, resistente, y que es la condición del esfuerzo moral. Pero, surgido el no-yo, el yo mismo, que lo ha puesto, se encuentra limitado por aquél, es decir, se encuentra frente a un obstáculo.

De tal modo, Fichte insta al educador para que no se conforme con estimular y exhortar al educando, pues a éste le dice, “debes hacerlo y hacerlo de manera que no pueda querer sino lo que tú quieres que quiera”.


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